Urtubey quiere presidir el peronismo sin Cristina

01/02/2016

Con la lógica “el que gana conduce, el que pierde acompaña”, sostiene que llegó el turno de la renovación en el Partido Justicialista.

Cuando todavía no se había terminado el domingo en que fue reelecto por segunda vez como gobernador, Juan Manuel Urtubey repetía en el piso que tenía reservado del Hotel Provincial: “Voy a ser presidente”.

Era una noche amigable en Salta capital ese 17 de mayo. Todavía el Frente para la Victoria (FPV) no había sufrido el golpe de las PASO y su candidato a presidente, Daniel Scioli, parecía amplio favorito para ser el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner. Mauricio Macri era un riesgo controlable. Aún ante ese escenario, Urtubey repetía: “Voy a ser presidente”.

Ocho meses después, cree que la crisis del peronismo, la ausencia de una conducción incuestionable y la presencia del macrismo en el poder son un caldo de cultivo ideal para sus aspiraciones. Su trabajo, ahora, está centrado en diferenciarse para hacer de su figura un nombre de alcance nacional. El PJ y los medios de comunicación serán sus herramientas para extender su radio de alcance a todo el país.

Es, de todos los voceros del peronismo con peso político y territorial, el que más esquiva las vías de confrontación con el gobierno de Macri. El que con más naturalidad esgrime el verbo “acompañar”. Ni siquiera cuando el presidente multiplicó la coparticipación porteña o anuló el decreto que devolvía el 15% de esa recaudación a las provincias le mostró los dientes a la Casa Rosada: exigió apenas “un correlato con el resto de las provincias”.

De hecho, fue el único que tendió puentes reales con las principales espadas políticas de PRO, por fuera del marco institucional: no se escondió para compartir un café con el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, en el Palacio Duhau, el sábado 23 de enero en el barrio de Recoleta. Tampoco escatimó sonrisas al dejarse fotografiar junto al líder del Frente Renovador, Sergio Massa, en un asado en Pinamar.

Urtubey le encuentra varias explicaciones a esta posición. Una de ellas es una revisión de la derrota del peronismo del año pasado. Un funcionario salteño muy cercano al gobernador entiende que “si queremos ser una opción seria de Gobierno, tenemos que recomponer la relación con los sectores medios”. “Los núcleos urbanos nos dieron la espalda”, afirma. También, entiende, “si la gente ve presión del peronismo para que Macri se equivoque nos la van a cobrar a nosotros, no a ellos”. Una forma coqueta de decir que, más allá de los gestos fraternales con el jefe de Estado, lo que hay en juego es una estrategia: no forzar el error, sino esperarlo. Y si ese error golpea a los sectores medios, donde se concentra el mayor caudal de votos de la alianza conservadora Cambiemos, salir rápido a mostrarse como una opción.

En Salta trabajan con un ejemplo positivo y uno negativo para diseñar el perfil y la campaña de Urtubey. Hacen una gran valoración del trabajo del senador por Santa Fe Omar Perotti (FPV), por su capacidad para “capturar” voluntades en una provincia históricamente hostil al kirchnerismo y para “revertir ese proceso”. La contracara es el ex gobernador de Salta y archirival de Urtubey, Juan Carlos Romero. “Cuando quiso ser presidente, Romero logró instalarse en ciertos medios del interior como un gobernador eficiente y ordenado”, recuerda un operador político salteño de larga experiencia, hoy ligado al gobierno provincial. “Pero nunca logró atravesar esa frontera y en el resto del país no lo conocía nadie”, concluyó.

“Si Juan Manuel quiere ser presidente tiene que hacerlo con los medios de acá”, opina un dirigente salteño con presencia semipermanente en Buenos Aires, “porque podés hacer una gestión fantástica en Salta pero no vas a existir”. “Y para posicionarse”, suma, “tiene que ser una opción distinta”. Una forma sutíl de deslizar que, detrás de las frases más rimbombantes de Urtubey y en sus vaivenes con el oficialismo también asoma esa estrategia a largo plazo. El mandatario salteño es cada vez más una figura tentadora para los medios, en ambos lados de la trillada grieta. El riesgo está, en todo caso, en cómo hace Urtubey para capitalizar eso sin equivocarse.

Interna

Dentro de la interna del PJ, que esta semana empezará su proceso de reordenamiento con la reunión del Consejo Nacional y el llamado al Congreso partidario para fin de mes, Urtubey es quien con menos pruritos expresa la opción de un peronismo sin Cristina, con quien no mantiene un diálogo personal desde hace largos meses y con quien se tensó aún más una relación ya tensa cuando los gobernadores la visitaron en Olivos. Ese día, los mandatarios llevaron los nombres de los ex gobernadores José Luis Gioja (San Juan) para presidir el bloque de diputados del FPV y el de Eduardo Fellner (Jujuy) para encabezar la Auditoría General de la Nación (AGN). Se fueron cabizbajos y con nada: Héctor Recalde y Ricardo Echegaray, los elegidos de la ex presidenta, se quedaron con ambos cargos.

El padrino político de Urtubey es su tío y ex ministro menemista, Julio Mera Figueroa, su espejo en las artes de la administración pública. De él aprendió las máximas del peronismo. Entre ellas, que el peronismo es cruel y que define sus destinos con los resultados en la mano. Ese de que “el que gana conduce y el que pierde acompaña”. Con esa lógica quiere jugar el salteño la pelea por la conducción del PJ. Aunque está dispuesto a bancar una prenda de unidad detrás de un candidato de consenso, ese candidato tiene que ser un representante de los ganadores. Uno de los voceros consultados lo ejemplifica así: “(El intendente de Resistencia, Jorge) Capitanich quiere ser presidente del PJ; pero para nosotros, el referente de Chaco es (el gobernador, Domingo) Peppo, no Coqui”.

Derrota

Urtubey fue uno de los gobernadores que mandó a sus legisladores a desoír el boicot impulsado desde el kirchnerismo puro y asistir a la Asamblea Legislativa en la que Macri asumió la Presidencia. Fue una primera foto de la inquina que hoy atraviesan los bloques parlamentarios del FPV, al borde de la fractura. “El peronismo sufrió la peor derrota de su historia”, afirmó el abogado salteño, de 46 años, la semana pasada, tras reunirse con referentes del bloque de senadores que comanda Miguel Pichetto (FPV). Off the record, un allegado completó esa frase: “Pero parece que muchos no se dieron cuenta”.

“Soy un leal al proyecto sin beneficio de inventario”, solía definirse graciosamente Urtubey. Pero ahora, para él, el proyecto no está más y Cristina tampoco. Y sin Cristina y sin el peronismo en el poder, sus hombres ya no están dispuestos a resignarse al mandato que puertas adentro del Congreso busca imponer La Cámpora. “A los compañeros que garantizamos la victoria en su territorio no nos dieron nada”, se lamentan y piensan en, por ejemplo, las vacantes en la AGN, el Consejo de la Magistratura o la comisión bicameral de DNU, puestos para los que fueron designados dirigentes camporistas. Por algo los legisladores salteños son, junto a otros representantes del interior, los que más conversan la chance de desarmar el FPV y armar un bloque de diputados del PJ.

Nicolás Fiorentino

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