Opinión: El fin del romerismo
11/05/2015
“... Los pueblos votan a quien más se les parece…” (Alejandro Dolina)
En Octubre del 2007 muchos peronistas expulsados del Partido Justicialista, construyeron el “afuera”, porque el “aparato” era una cáscara vacía sin contenido ideológico popular. Era un ghetto romerista, donde una falsa unidad consensuada renegaba de la doctrina justicialista y terminaba subordinado a las fuerzas del establishment. Está actitud coexistía con un discurso tradicionalista y aparentemente ortodoxo, que trataba de satisfacer a todos los sectores, pero los intereses de la conducción no eran los de la bases que aportaban a su triunfo electoral. Eran los tiempos en que los “gerentes” reivindicaban la “economía popular de mercado” del gorila Álvaro Alsogaray, convirtiendo al peronismo en un bien mostrenco (pasible de ser poseído por cualquiera).
Para estos perduélicos menemistas la Patria había dejado de ser “algo que nos duele”(Marechal) para convertirse en una frívola confluencia de “amigos”, un espectáculo obsceno sin principios ni expectativas, más bien un fracaso repetido. El liberalismo económico y las “relaciones carnales” aparecían como la pócima mágica que nos convertiría en el Primer Mundo. Contra esta receta simplista y reaccionaria comenzó a expresarse un sector de la dirigencia peronista, minoritario, pero fuerte como corriente de opinión.
Los compañeros de la diáspora justicialista, con su militancia y masivo aporte electoral, consolidaron el triunfo de Juan Manuel Urtubey en octubre/2007, derrotando al mismísimo aparato del PJ. Estuvieron en la vanguardia del “Frente”, sin institucionalización formal, pero luchando en la contienda electoral, sin retaceos ni mezquindades. Hoy esos dirigentes, muchos anónimos, juntos con los jóvenes que se incorporaron a la militancia, protagonizan la transformación del Partido. El debate de ideas y la memoria histórica restañaran las heridas y las infiltraciones ideológicas. Es importante recordar la utopía del origen, para potenciar luminoso el futuro que construimos en el presente.
Los votos obtenidos en las PASO del 12 de abril por Urtubey aseguran el fin del proyecto político-cultural de las minorías neoconservadoras. Con la derrota en las urnas del “jucarismo” también finiquita ese neoperonismo que aporto su liturgia a la “miseria planificada”, que denunciara Rodolfo Walsh en su carta a la Junta Militar en marzo de 1977. El sociólogo y economista italiano Vilfredo Pareto sostenía “ que cuando una clase dirigente tiene más de zorro que de león, no tarda en desaparecer…”.
El peronismo debe recuperar su ideología comunitarista. La comunidad organizada no es solo un sistema social a construir, sino también un sistema de poder. Como sistema social sabemos que el pueblo suelto, aislado y atomizado del liberalismo, no existe. Solo el pueblo organizado se transforma en factor concurrente en los aparatos del Estado que le son específicos a cada organización del pueblo. Como sistema de poder, el peronismo sostiene que el poder procede del pueblo que se expresa a través de las organizaciones libres del pueblo.
En la última elección fueron derrotados “los peronianos”, los eternos vividores del peronismo, repetidores de discursos con frases vacías y con un lenguaje hablado (muerto) y no hablante (creador), como decía Merleau-Ponty, adoptando un compromiso que nos los compromete. A ellos ya se refirió Urtubey (2011) cuando afirmó “….Para ser peronista hay que vivir como peronista, hay que trabajar como peronista y tomar como estilo de vida el peronismo, porque cuando más se tiene, menos peronista se es….”. Que los peronianos han usufructuado para provecho propio el peronismo, es sabido, reconocido y comentado desde siempre, pero de allí no se podía colegir que el peronismo se agotaba en estos personajes de pacotilla.
El fin del jucarismo deja en claro que la solución de los problemas de Salta no pasa por defender “la lógica del quiosco”, sino por la transformación definitiva de los paradigmas impuestos por el programa económico del golpe cívico-militar de 1976, desterrando ideas relativas a una supuesta incapacidad local y revalorizando lo industrial-tecnológico como herramienta de desarrollo económico. Einstein planteó en 1940: “..Solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos, como buscar jóvenes que tengan capacidad de hacerlo y asegurarse de que se queden en el país..”. Una Salta industrial, científica y tecnológicamente avanzada y soberana, abre caminos hacia el futuro, un caso emblemático del cambio de época que atraviesa la Argentina.
Los miles de salteños que apoyan la gestión del Gobernador, lejos de ser víctimas del “ clientelismo” como agitaba la oposición, perciben la realidad más allá de sus necesidades inmediatas, a veces acuciante, y entienden que el rumbo elegido sigue nuestras mejores tradiciones de lucha por la independencia y la justicia social.
2. Si algo caracteriza al peronismo es el respeto a las mayorías. Las pocas veces que fue derrotado en elecciones libres, no se registró ningún hecho de violencia ni oposición en la derrota, ni denuncias de fraude. Se reflexionó a cuenta de inventario y los “mariscales de la derrota” lentamente desaparecieron de la arena política. Este acatamiento a la voluntad de las mayorías es la petitio principis de la condición peronista. Por ello en el orden interno del partido justicialista existía el adagio que: el que gana conduce y el que pierde acompaña.
Esta obediencia a la voluntad mayoritaria lleva a politólogos y académicos a afirmar que el peronismo es “populismo”. El respeto a la mayorías, es para el peronismo y sus dirigentes lo que el filósofo Cornelius Castoriadis denomina “palabras últimas”, porque no podemos explicarlas con otras palabras. Es un concepto del que no podemos hablar más que a partir de él y a su alrededor. En “..Salta hemos abandonado las políticas neoliberales“ implementadas en años anteriores, afirma Urtubey.
3.- Luego de las PASO quedó probada la impotencia de la oposición neoliberal y la cuenta regresiva en que ingresó la alianza conservadora-mediática en su intento de torcer el rumbo del proceso iniciado en diciembre del 2007. La derrota de la unificación macrista/masista opositora que representa el romerismo, se explica por los planes de terror que sigue proponiendo a la sociedad salteña. Dicho sin cortapisas: la oposición gorila al modelo productivista con inclusión, se desintegra ad infinitum.
Ni el retorno del neoconservadurismo de los noventa, ni el casi extinguido radicalismo, ni tampoco el “progresismo” funcional al establishment económico-mediático, menos aún la izquierda paleolítica, pueden constituirse en alternativas al proyecto popular encarnado en la candidatura de Urtubey. Máxime ante la certeza colectiva de que el Gobierno provincial resuelve históricamente el pleito entre lo viejo y lo nuevo, dejando atrás nuestras peores desgracias como sociedad. Vamos por más derechos civiles y sociales, nunca menos, ni un paso atrás.
4. Las sociedades en las que prevalece la concentración del ingreso y la propiedad y la exclusión de las mayorías, generan dirigentes que tienden a reproducir esas estructuras de atraso que sustentan los privilegios de las minorías, generando un proceso de “reproducción del subdesarrollo”, como afirmaba Celso Furtado. En tales condiciones, los liderazgos tienden a asociarse a los intereses transnacionales que prevalecen en las economías subdesarrolladas y el Estado no introduce incentivos para actividades distintas de las tradicionales y el crecimiento se reduce a la estructura prevaleciente.
La fortaleza de la cohesión social es un factor determinante de la calidad de los liderazgos. De su comportamiento depende que una sociedad tenga, o no, capacidad de gestionar el progreso técnico como factor fundamental del desarrollo, poniendo en marcha procesos de acumulación de capital, tecnología, capacidades de administrar recursos y de sinergias entre las esferas pública y privada, reteniendo la dirección del proceso en manos propias, dentro del espacio nacional.
Saliendo de la crisis de principios del siglo XXI la Argentina tomó el camino emancipador. En Salta, los resultados se reflejan en el repunte de la producción, el empleo y la inclusión, la fortaleza de las finanzas públicas , la reaparición del Estado y las políticas públicas, como protagonistas esenciales del desarrollo provincial.
Urtubey afianzó su liderazgo y como conductor de los cambios en curso deberá conformar una nueva coalición de voluntades e intereses, vinculada al desarrollo regional y nacional, capaz de sustentar un proceso de industrialización con alto valor tecnológico. Es decir, a través de un Estado popular, transparente, democrático y peronista, como él mismo afirma, capaz de encauzar los comportamientos e iniciativas privadas y el apoyo mayoritario, en un camino de desarrollo con equidad de la economía provincial.
Estas fueron algunas de sus palabras en el PJ(2011): “…. Hay que poner sobre la mesa todos los desafíos y todos los compromisos..Tenemos que sumar a todos a consolidar un gobierno popular, o sea, un gobierno peronista. Durante mucho tiempo habíamos creído que el partido era una cosa y el gobierno otra cosa. Yo quiero que este sea el partido del gobierno, que aquí se formen los cuadros políticos que serán el sustento de la gestión…”.
Si “Los pueblos votan al que más se le parece”, en Salta lo hicieron por Urtubey porque ahora – como también advirtió el autor de La Venganza será terrible - “…el poder político está en un lugar y el poder de las corporaciones está en otro …. y eso no ocurría en la Argentina, … casi siempre esos poderes coincidían en sus ubicaciones…”.
Nicolás R. Juárez Campos
Salta, 11 de mayo de 2015.-
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