Toda una sorpresa para la crítica y el público de San Sebastián será "Eva no duerme", el cuarto filme del cineasta independiente Pablo Agüero, que alterna su Mendoza, su provincia, con El Bolsón y París, coproducción seleccionada para la competencia oficial de este año, que mañana tendrá su presentación oficial.
El autor de “Salamandra”, “77 Doronship” y “Madres de los dioses” llega por primera vez a una muestra internacional de la magnitud de la donostiarra, con una obra que mezcla registros documentales con tres historias, si bien basadas en hechos reales, releídas desde una mirada donde la oscuridad tiene primer plano.
Si bien no se trata de un documental a propósito del destino el cuerpo de Eva Perón tras su muerte en 1952 –como sí lo fue "Evita, una tumba sin paz", de Tristán Bauer, hace dos décadas- la nueva propuesta de Agüero recurre de a ratos a imágenes de archivo, de a ratos a ficción.
En verdad, Agüero toma al almirante Emilio Eduardo Massera, uno de los impulsores de la última dictadura cívico-militar, encarnado por Gael García Bernal, como relator dentro y fuera de cuadro de la historia que define a "esa mujer…" con términos degradantes y propios del "gorilismo", insistiendo que el gran error de los suyos fue no haber destruido efectivamente aquel cuerpo.
Los tres episodios que lo componen, El embalsamador, El transportador y El dictador, dedicados al anatomista español Pedro Ara Sarria, al siniestro coronel Carlos Eugenio Moori Koenig y a Pedro Eugenio Aramburu, encarnado por Daniel Fanego, incluido en éste su secuestro y muerte, están signados por la oscuridad, el ocre, y los silencios que hablan más que mil palabras.
Hay en Agüero fascinación por Evita y su recuerdo, así como particular mirada a la figura de Ara empeñado a quitar del rostro de la mujer-líder-mito su rictus, y sin contemplación alguna a la de los militares que fueron cómplices en la profanación del cuerpo, y de quien escribió su destino.
Los dichos de Aramburu durante su cautiverio preanunciando el horror de la última dictadura militar hablan a las claras del resentimiento de su estirpe, que nunca aceptó la inclusión y la movilidad social como alternativa para el cambio y que solo pudo ver como única alternativa el retroceso.
Agüero expone a Evita como un ser que aún muerto era energía pura a contrarrestar para una clase que no admitía ni admite a las masas, en este caso de acuerdo a un guión que contó con asesoramiento del historiador Marcelo Larraquy y del cineasta Santiago Amigorena.
-¿Cómo nació la idea?
-En mi primer largometraje exploré lo más recóndito de mi infancia, como para darlo todo, como si fuera mi última película. Después de eso necesitaba encontrar una razón de filmar tan potente como la primera. La encontré en Evita. La historia del cuerpo de Evita es una de las más fascinantes y cinematográficas que existen. El deseo de filmarla es inmediato, pero me llevo más tiempo permitirme la licencia de abordar un tema tan arriesgado.
-La historia en sí misma es cinematográfica…
-Mi primera tentación fue jugar con los clichés y con el exceso de una historia tan delirante y de un universo tan kitsch, llevándola hasta un grotesco felliniano, pero a medida que investigaba fui tomando consciencia de la responsabilidad política e histórica que implicaba el proyecto, y decidí asumirla.
-¿Cuánto tiempo duró esta etapa?
-En una segunda etapa, las escrituras e investigaciones me llevaron 6 años, me propuse reconstituir fielmente la realidad histórica. Pero haciendo la exégesis del material existente, llegué a la conclusión de que todas las versiones son en cierto modo tendenciosas, incluso los testigos y los protagonistas de la historia cuentan los hechos a la luz de sus propios intereses, deformándolos, adaptándolos a su subjetividad.
Así llegué a una tercera etapa, final, en la cual me permití dar mi propia versión de la historia, que respeta los hechos indiscutibles y probados, pero que teje su ficción en la reconstitución de los detalles y de todas aquellas escenas de las cuales no existe ninguna prueba material.
Esa elección me condujo naturalmente a la estética: para no engañar al espectador ni caer en la pretensión de verdad objetiva, asumí una teatralidad evidente y un tono casi onírico, diametralmente opuesto a las reconstrucciones documentales.
-La película es muy dark ¿Ese tratamiento fue así desde que la pensaste?
-La realidad es mucho más siniestra. De hecho, por pudor, decidí omitir las escenas más impactantes, como toda la época en la que se realizaron rituales espiritistas con el cuerpo. Pero es posible que mi amor del claroscuro, del cine negro y de los maestros de la tinta china me vuelva estéticamente dark.
-¿Tenés en cuenta que tu filme puede se cuestionado tanto por algunos peronistas como por gorilas?
-Creo que la función del artista es generar preguntas, por eso creo en la importancia de la ambigüedad que perturba y conduce al debate. Durante mi investigación, sentí que tanto peronistas como antiperonistas se encerraban en una apología o en una crítica sin matices, que acababa perjudicándolos. Intento dar una versión más compleja de los hechos. Espero que si es polémica, lo sea de manera constructiva.
-Siendo tan oscura en su mirada, ¿crees que el nivel de interpretación será simple?
-Creo que la interpretación no debe ser simple. Si no estaría haciendo una película de propaganda o de denuncia, es decir dictándole al espectador lo que debe pensar.
-En la Evita de la ópera rock, con ella viva, el maestro de ceremonias era un Che bizarro, y en la tuya, con Evita muerta, es un Massera muy curioso…
-Puedo decir que el Che cantando con Evita no existió nunca, pero el Massera al acecho existió. Y ese es tal vez el único descubrimiento personal importante que me puedo atribuir. Encontré indicios de la presencia de Massera desde el segundo gobierno de Perón, luego en el golpe del '55, luego en el Servicio de Inteligencia de la Marina, que quería destruir el cuerpo, luego en la comisión de militares que comenzó a negociar el retorno de Perón... y por supuesto en el golpe del 76.
-El episodio 'El dictador' es muy fuerte y Aramburu es retratado sin medias tintas…
-Puedo decir que intenté tratar a todos los personajes con respeto. Fanego, a pesar de que es un viejo peronista, se propuso defender a su personaje, darle argumentos sólidos, comprenderlo en cierta manera. Sus diálogos están basados en verdaderos discursos de Aramburu, que ya en su época era un neoliberal.
-¿Cómo fue el trabajo con el material documental, si bien no lo es?
-Muy conmovedor. Podemos volver a mirar esas imágenes decenas de veces y seguir descubriendo gestos, expresiones, rostros proletarios, miradas tan expresivas... Muchas veces retrabajé los encuadres y las texturas para acentuar sutilmente la humanidad que hay en esas imágenes. Y de pronto me parece cruzarme con esos mismos "pobres" alimentándose de la basura de los restaurantes de Palermo.
Télam