El Periodismo entre candilejas
07/06/2013
1.- Según Ignacio Ramonet (“La explosión del periodismo”) en las sociedades republicanas y democráticas existen cuatro poderes. Sin embargo, hace pocos años, al ejecutivo, legislativo, judicial y periodismo, se le sumó una nueva categoría: el “quinto poder”.
El periodismo, que emergió con el desarrollo de la prensa escrita como una forma de control sobre los otros poderes de la república ante la exigencia de la sociedad civil de transparencia y publicidad de sus acciones, supuso en primer lugar (según Dante Augusto Palma - “El adversario. Periodistas y política en la era kirchnerista”) que el periodista era un representante de la sociedad civil y que ese cuarto poder no estaba del mismo lado que los otros, sino que funcionaba como un contrapoder. En la medida que los representantes de los poderes del Estado – dos elegidos por el pueblo- se distanciaron del mandato ciudadano, la sociedad civil buscó nuevos referentes y ejemplos de conducta, lugar que pasaron a ocupar los periodistas.
Pero cuando los medios periodísticos se integraron a la estrategia económica de las grandes corporaciones económicas ese cuarto poder paso a ser el principal, por encima de los poderes de la república, y su función de control quedó totalmente desprestigiada. El “quinto poder” es una respuesta de la sociedad frente al cuarto poder, esto es, aquel que hasta ahora no tenía su contralor. Un nuevo espacio que sirve de contrapeso al poder mediático y está siendo impulsado por el fenómeno de las nuevas tecnologías (blogs, cibernautas, redes sociales, etc.).
El surgimiento del “quinto poder” en la Argentina ha tenido en la acción estatal impulsada por la Presidenta una condición necesaria para su desarrollo. En Suramérica son los actuales gobiernos los actores principales de reformas profundas que luego son acompañadas y mejoradas por la sociedad civil. Sin la decisión política de impulsar la Ley de Medios y dar la batalla cultural en torno a los relatos que los medios construyen, difícilmente se estuviera asistiendo a la profunda crisis del periodismo y el auge de nuevas formas y voces.
Una decisión basada en la convicción de que la “pluralidad” es el mejor de los contralores a ese cuarto poder sin límites y acompañada por la mayoría de la sociedad civil. Más allá de las chicanas judiciales de las corporaciones mediáticas, la Ley de Medios avanza silenciosamente en la sociedad argentina, debatiendo y combatiendo a ese periodismo que informa banalidades o desinforma con un objetivo destituyente.
La Comunicación de Masas
2.- El actor australiano Russell Crowe (“Gladiador”, “Robín Hood”) en la conferencia de prensa de Cannes afirmó: “Si Robín Hood estuviera vivo su gran enemigo ahora sería la monopolización de los medios de comunicación.. Les preguntaría a ustedes (los periodistas) cómo se ganan la vida y a quiénes tienen que obedecer para llevarse el sueldo a casa…”, huelga decir que su declaración no mereció aquende los mares grandes títulos periodísticos.
Para alcanzar una visión totalizadora de los procesos de comunicación de masas no alcanza con comprender la dinámica de los medios y su relación con el poder, la ideología disociante y consumista de la publicidad o la mercantilización de la cultura. Tanto o más importante es la respuesta de la sociedad hacia los medios. O sea la reelaboración popular que el público receptor hace del contenido ideológico de ese mensaje que el poder corporativo pretende imponer verticalmente a través de ciertos medios de comunicación.
El ensayista francés Jean Baudrillard, en su libro “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”, afirma que esa guerra sólo existió en la modalidad de lo mediático, fue un ejercicio de retórica, de manipulación de masas. Los medios corporativos manipulan las verdades y las entregan tan abusivamente, tan velozmente, que las alivianan. Es tanta la información que la televisión o Internet exponen, que de ellas es imposible deducir alguna verdad, solo saturación y aturdimiento. La agitación permanente y el bombardeo de información produce al fin amnesia, debilitando la credibilidad. Como dice Tomás Abraham “…Como nada sabemos nada creemos..” .
Por su parte José Pablo Feinmann sostiene que no hay subjetividades autónomas. El sujeto absoluto comunicacional “sujeta” a los hombres de hoy y coloniza sus conciencias, impidiendo el más mínimo surgimiento de pensamiento crítico : ¿Quién sostiene a “los creadores de opinión”?¿Puede haber “libertad de prensa” en un mundo en que lo informático se ha monopolizado como nunca, un monopolio internacional manejado por el Imperio, por el nuevo sujeto absoluto? ¿Hay verdades o el vértigo comunicacional las ahoga?..”. Concluye afirmando que lo que existe es el poder de lo “uno comunicacional”.
La verdad es una construcción del sujeto, tenemos que decidir qué es lo falso y qué lo verdadero. Si no elegimos nada, actuaremos como un recipiente, estando sometidos al “señorío de los otros”. Como explicaba magistralmente Martín Heidegger una de las formas de la “inautenticidad de la existencia” humana es justamente la de no pensar sino ser pensado y no opinar sino ser opinado. Algunos periodistas que leen determinados diarios creen que tienen opiniones al repetir lo que han leído, pero sus valores no son propios.
La conciencia política
3.- Si los medios ejercen influencia sobre el público receptor no podemos ignorar que los pueblos generan su capacidad de análisis fundamentalmente en el intercambio cotidiano con su realidad concreta. El fecundo alfabetizador brasileño Paulo Freyre, que desde hace más de cuarenta años desafía la creencia en el poder omnipotente de los medios, afirma que ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, mediatizados con el mundo..”.
No hay mejor herramienta intelectual que la “conciencia política”, que no es algo teórico sino algo palpable en las actitudes cotidianas de los pueblos y su capacidad de rechazar el mensaje reaccionario de los medios corporativos. Esa conciencia colectiva tiene un carácter dinámico, que evoluciona a la par del proceso histórico particular de cada sociedad. Las ideas no son más que síntesis abstractas de la realidad y las preponderantes en cada época evolucionan en su relación dialéctica con la historia de los hombres.
Ya en 1951 Perón reflexionaba: “…Las campañas sincronizadas a base de noticias fabricadas, calumnias inauditas y falsedades de a puño, no son en manera alguna peligrosas para nadie, pues los pueblos han llegado a descubrir la verdad a través de la mentira”. En una sociedad estratificada en capas sociales, cada una habrá de aceptar o rechazar la veracidad del mensaje informativo y formativo de acuerdo a su ubicación en la estructura social. Ese conocimiento es parte integrante de la conciencia política. Para el rechazo del mensaje se requerirá una mayor conciencia política cuanto más abstracta sea la forma en que la ideología dominante esté contenida en él.
La clase media argentina, que ha incorporado con mayor facilidad el consumismo y el individualismo a su estilo de vida, modifica con ligereza sus afectos políticos y su postura ideológica ante los grandes acontecimientos nacionales. Más difícil le resulta al mensaje ideológico emanado de las corporaciones mediáticas modificar en esencia la ideología básica de la clase trabajadora y otros sectores populares: su nacionalismo económico y cultural.
Los sectores populares no se limitan a rechazar el mensaje sino que reformulan su contenido, elaborando y transmitiendo un mensaje de signo opuesto: el contra-mensaje. El receptor se convierte a sí mismo en “emisor”, cada vez que elabora y emite un contra-mensaje. De este nuevo tipo de emisor existen muchas variantes: individual o colectivo, vertical u horizontal.
Este último resulta de una gran riqueza en cuanto a variedades y formas, se distingue por su carácter limitado y generalmente oral, transmitiéndose horizontalmente en el seno de la sociedad.
Los lugares de trabajo, bares, encuentros familiares, fiestas populares, negocios de barrio, asambleas gremiales, discusiones en unidades básicas y asociaciones vecinales son el ámbito natural de la forma más elemental del contra-mensaje horizontal: el diálogo. Esta red de comunicaciones basada en la interacción social de grupos e individuos, conforma una especie de malla protectora contra la penetración de la ideología de los medios de comunicación de masas al servicio de las corporaciones dominantes.
El contra-mensaje vertical es el producido por grupos de receptores, que se organizan para convertirse en emisores, proveyéndose de los medios tecnológicos necesarios a tal fin (revistas, producciones cinematográficas, facebook, twitter, redes sociales, etc.). Como está más expuesto a los avatares de la coyuntura política (control, censura y represión), el contra-mensaje horizontal es siempre el último reducto de la opinión popular.
“El periodismo consiste esencialmente en decir “lord Jones ha muerto” a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo..” (Gilbert K. Chesterton)
4.- En el Primer Congreso Internacional de Periodismo Autogestionado (Setiembre del 2011) la periodista Claudia Acuña, miembro fundadora del colectivo La Vaca puso en palabras esta evidencia: “… se han puesto en marcha nuevas formas de comunicación y no se necesitaran periodistas…nos dimos cuenta que la gente sabe más que los periodistas, por lo menos sabe más de democracia… un golpe al ego… El periodismo tal cual lo conocemos es hijo del neoliberalismo...La voz de esta época es colectiva…La universidades sintonizan con las corporaciones… La comunicación del futuro es sin patrón y sin moldes...”.
Algunos periodistas “independientes” son reacios a considerarse dependientes del Gobierno, pero no tienen ningún problema en ser dependientes de Telefónica, Movistar o del cúmulo de avisadores que sustentan los medios en que trabajan. Confunden arteramente gobierno con poder. Ya escribía Jauretche: “No existe la libertad de prensa, tan sólo es una máscara de la libertad de empresa…porque estos periódicos tan celosos de la censura oficial se autocensuran cuando se trata del avisador... el columnista no debe chocar con la administración. Las doctrinas, los hechos, los hombres, se discriminan en función del aviso; así hay tabúes tácitos y se sabe qué no se debe mencionar, qué camino no hay que aconsejar, qué cosas son inconvenientes…”.
En la ética del periodista, ni el mejor de los fines justifica la amoralidad( o inmoralidad) de los medios que se empleen. El escritor Tomás Eloy Martínez expresaba, que el periodista está obligado a pensar todo el tiempo en su audiencia, porque si no supiera cómo es, ¿ de qué manera podría servirla?. Lo que esta audiencia espera del periodismo verdadero es, ante todo, información. No se lo sacia con el escándalo sino con la investigación seria. No se la atrae con golpes de efecto; se la respeta con noticias genuinas. No se pueda amar al periodismo y ser parte de la inmundicia.
A partir de la Presidencia de Cristina Fernández y especialmente a partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales se ha relativizado el poder político e ideológico de las corporaciones mediáticas. Queremos desmitificar la creencia que la revolución se puede hacer desde los medios de comunicación, pues estos no suplantan a la acción política. Frente a una profunda fe en ideas y valores, ante una coherente “conciencia política nacional y popular”, no habrá poderoso medio de comunicación que pueda torcer la voluntad decidida del pueblo.
Nicolás Juárez Campos
Salta, 7 de junio de 2013.-
Más sobre: Lectores de Salta.
Noticias relacionadas