Los desafíos de la urbanización acelerada en América Latina
03/09/2011
Durante las últimas décadas, la evolución del sistema de asentamientos humanos en la región latinoamericana se ha distinguido por la reducción permanente de las poblaciones rurales y el crecimiento desmesurado de las grandes ciudades y sus “cinturones de pobreza”.
Entidades como la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han documentado ampliamente este proceso a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos (Hábitat II) realizada en 1996 en Estambul, Turquía.
Numerosos informes sostienen que América Latina compartió durante el siglo XX con el resto de países en desarrollo un patrón de urbanización acelerada y no planificada, en particular, un proceso expansivo que se produjo en dicha región más tempranamente que en otras.
Al despuntar el nuevo siglo, la FAO constató que el 72% de la población de América Central, del Sur y el Caribe era urbana, excediendo en alto grado el nivel de urbanización del África, que era del 34%, y el 33% de Asia del Sur (excluyendo al Japón).
Más todavía, según estadísticas del Banco Mundial, ya en 1990 tres de las zonas metropolitanas de las diez principales megaciudades del mundo estaban localizadas en América Latina, con poblaciones de 11,5 millones de habitantes en Buenos Aires, 17,4 millones en San Pablo y más de 20 millones en Ciudad de México.
Para esta circunstancia, el arquitecto argentino Jorge Enrique Hardoy acuñó el concepto “ciudad desbordada” y preguntaba: “¿cómo empezamos a construir la ciudad deseada? Si soñamos con una urbe vacía de miseria y brutalidad, entonces el reto es pasar de un uso destructivo a uno constructivo y sostenible.”
“Quizás la urbe del futuro debería pensarse como una estructura compuesta por redes de seguridad donde las comunidades, una vez alcanzado un `contrato social` con los sectores público y privado y con sus gobiernos locales, jueguen un rol preponderante como directoras de la ciudad en toda su complejidad”, añadía ese especialista ya fallecido.
Y resaltaba al mismo tiempo que “la producción industrial se ha incrementado rápidamente en muchos países latinoamericanos durante el último medio siglo, lo que se suma a la ausencia de regulaciones gubernamentales efectivas o a su incumplimiento, en caso de que existan, por eso en urbes con gran concentración de industrias pesadas, son éstas las principales contaminadoras.”
Otro concepto equivalente, “urbanización acelerada”, plantea el problema del abandono del campo hacia las ciudades en busca de "una mejor forma de vida", que desemboca en males que se pueden apreciar en el crecimiento de segmentos urbanos degradados y desplegados en la periferia, con pobladores de escasos recursos.
Tal crecimiento acelerado y precario desafía a las instituciones gubernamentales a proveer de viviendas y servicios de calidad a esas poblaciones que incrementan su carga de concentración y buscan recursos y alimento, además de una creciente emisión de residuos y detritos cloacales.
Dicha urbanización descontrolada ocasiona paulatinamente una ruptura del equilibrio del medio ambiente, que la FAO y la CEPAL consideran como un problema internacional de máxima relevancia.
En la configuración de los asentamientos humanos en el espacio regional, la CEPAL observa un despliegue progresivo y agresivo en algunos casos, con la ocupación de territorios que históricamente han tenido una escasa población en el corazón de la región, en particular las cuencas del Amazonas y del Orinoco.
Asimismo, verifica una urbanización acelerada de la población, la economía y la sociedad, y además una masiva mudanza de personas de las zonas rurales a las urbanas y simultáneamente una creciente importancia de la migración entre ciudades.
Los urbanistas llaman la atención sobre la constitución de sistemas urbanos que se distinguen por una elevada proporción de ciudades grandes (más de un millón de habitantes) y megaciudades, y asimismo por una alta concentración de la población en la ciudad de mayor tamaño (o en las dos más grandes de muchos países latinoamericanos).
Las agencias de la ONU puntualizan que las poblaciones de áreas urbanas y periurbanas sufren de severos déficits habitacionales, subempleo, falta de servicios básicos, problemas de salud y ruptura de la familia y las normas sociales, que a menudo están ausentes en las agendas públicas de las municipalidades.
No obstante, pese a la dura realidad de la “ciudad desbordada”, la población de las áreas urbanas continúa creciendo, lo que sugiere -según Hardoy-- que aún las condiciones a veces miserables que ofrece la vida urbana son más atractivas para muchas personas que la vida empobrecida en el campo.
Miguel Grinberg - Télam
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